El diccionario carmesí

El viaje no fue nada fácil, porque Ramón no parecía dirigirle la palabra hasta que Matt preguntó sobre el caso. “Parece que tenemos una víctima, mujer, de unos veinte años de edad.  Nuestro trabajo averiguar por qué alguien querría matarla y quién sería capaz de hacerlo” le comentó su compañero sin quitar los ojos de la carretera. Matt decidió no hacer ningún comentario al respecto ni preguntar nada más, prefería que le informasen mejor cuando llegasen a la escena del crimen. De vez en cuando Ramón le miraba de reojo y Matt no podía reprimir su instinto de mirarle hasta que por fin su compañero decidió preguntarle lo de siempre: “¿es verdad que tus padres son los Richmond y que ellos pagaron tu entrada aquí?” Dijo casi susurrando. Matt le contestó con sinceridad, aunque sabía por experiencia que la mayoría de veces no le creían. Ramón arqueó las cejas y asintió cuando Matt le contó la relación con sus padres e incluso le habló sobre su hermana.

—Mel tiene veintidós años, estudia varios idiomas por lo que casi siempre puedes verla con un diccionario en las manos y aunque es un poco especial al principio, luego lo da todo por las personas a las que quiere— comentó Matt con una sonrisa en los labios.

Ramón también le habló sobre su familia. Sus padres fueron inmigrantes de Sudamérica y decidieron empezar una nueva vida en Estados Unidos y también tiene una hermana cuatro años menor que él llamada Fernanda. Al principio no quería ser policía, pero al ver la cantidad de injusticias que sufría su familia por ser extranjera decidió prepararse y aunque le costó mucho, al final consiguió entrar y que le respetasen. Matt le comentó que a sus padres nunca les habían gustado los extranjeros y pensaban que eran un problema para el país, pero que él no pensaba igual. Matt creía que si una persona se esforzaba en conseguir algo y lo hacía, daba igual el lugar de donde viniese.

Tras varios minutos más conduciendo, llegaron a un barrio situado en las afueras, frecuentado por gente que conocía a los policías y no en el buen sentido. Aparcaron justo en la puerta de una casa de una sola planta con un pequeño jardín delantero que estaba sin cuidar. Nada más bajarse, un compañero de Ramón se acercó a él y comenzaron a hablar sobre los vecinos. “Ya sabes cómo es este barrio, parecen murciélagos porque hacen la vida en la noche pero cuando pasa algo por el día parecen gallos” explicó el otro policía. Cuando Matt se acercó a ellos, Ramón le presentó como su compañero y dijo su nombre, no mencionó su apellido. Ambos estrecharon las manos y sin más miramientos, se acercaron a la casa. 

Mientras caminaban el policía les indicó que se trataba de un homicidio de una mujer joven. Tenía clavadas unas tijeras en la tripa y un profundo corte en el cuello. No vivía en la casa pero sí que solía pasar tiempo allí y aún no habían podido localizar al propietario.
Al ser su primer caso real, Ramón decidió entrar primero para que Matt no se pusiese tan nervioso y pudiese estar más tranquilo. Además, así podría hablar un poco con su compañero John sobre el posible móvil que desató este asesinato. Hablaron sobre la posibilidad de las drogas, de temas de bandas callejeras e incluso un ajuste de cuentas con alguna otra persona pero ningún motivo coincidía con cómo habían asesinado a la chica.


Los tres policías avanzaron por el estrecho salón hasta llegar a una pequeña habitación. La luz entraba de lleno e iluminaba toda la escena. Al fondo del cuarto, justo debajo de la ventana había un escritorio y podía vislumbrarse el cuerpo inmóvil de la joven. El pelo largo le caía sin brillo por ambos hombros y su brazo derecho estaba colgando. Matt siguió el recorrido del brazo y se fijó en su mano, que yacía inmóvil encima de un diccionario.

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