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Mostrando entradas de febrero, 2020

Se abre el telón

Me miro al espejo y no puedo reprimir hacer una mueca al mirarme. Sé que me han comprado este vestido con la mejor intención del mundo, pero no sé hasta qué punto será cómodo. Es bastante holgado por lo que no debería dificultarme ningún movimiento aunque me es más fácil realizar las figuras con un traje pegado a mi cuerpo, así parece que no llevo nada y que estoy directamente en contacto con mi propio cuerpo. No hay nada que se interponga entre mi cuerpo y mi mente cuando me pongo el mono. Me quito el vestido, me pongo el mono y después el vestido por encima. Los colores brillan como nunca lo han hecho puesto que el vestido tiene unas tachuelas que reflejan la luz. Normalmente llevo una ropa con colores mucho menos llamativos pero hoy pienso destacar. Es un día importante y se me tiene que ver bien y la combinación que he elegido es el mono verde para que resalte mi piel morena casi negra y el vestido rojo. Me vuelvo a mirar de nuevo en el espejo y sonrío. Voy vestida con unos co

Manos y corazón de oro

Una vez más, posó sus manos sobre la madera y comenzó a lijarla. Cuando le llegaba un nuevo encargo siempre era algo especial. Poder dar vida a algo que carecía de ella era un gran reto pero también una gran ilusión. Hacer que la gente volviese a querer algo a lo que había dejado de tenerle aprecio, cambiar todo su aspecto e incluso su forma para volver a tener esa chispa, moldear cada pequeño detalle para que fuese un mueble perfecto. Era capaz de hacer todo eso y más, pero nada de ello hubiese sido posible sin la ayuda de su padre, su gran mentor. Su padre jamás se dedicó a la carpintería ni quiso ser carpintero como su hijo, pero sí cuidaba caballos en el gran establo que tenían al lado de su casa. “Todo en esta vida es como los caballos. Si les dedicas tiempo, amor y dedicación lograrás que sean unos caballos excelentes.” Recordaba con mucho cariño esos momentos en los que veía a su padre luchar y sufrir para sacar a un caballo adelante y él mismo podía comprobar que cuando su

Aldara

Estaba lista para empezar su nueva vida pues así lo habían querido otros. La flecha clavada en la puerta de madera era una señal inequívoca del mensaje que querían enviarle, mas aun así, Aldara decidió extraer la flecha de madera y mientras la sujetaba, cerró sus ojos y se concentró. Lo primero que fue capaz de vislumbrar fue una casa hecha de madera como la suya, pero el escudo era diferente. Era de color negro con unas rayas naranjas verticales y en el centro, un gran círculo verde. Con sólo esa información ya sabía de quién se trataba, así que decidió partir la flecha en dos y dejarla en el suelo frente a su puerta. Las cosas nunca habían sido fáciles para ella en su poblado puesto que el ser hija de un irlandés y una inglesa no era algo que les agradase demasiado, por no decir que les parecía repulsivo y mucho más si hablamos de una chica pelirroja que no quería dedicarse a coser y a “hacer cosas de mujeres.” Aldara siempre había querido explorar mundo, disfrutar de la compañí