Manos y corazón de oro

Una vez más, posó sus manos sobre la madera y comenzó a lijarla. Cuando le llegaba un nuevo encargo siempre era algo especial. Poder dar vida a algo que carecía de ella era un gran reto pero también una gran ilusión. Hacer que la gente volviese a querer algo a lo que había dejado de tenerle aprecio, cambiar todo su aspecto e incluso su forma para volver a tener esa chispa, moldear cada pequeño detalle para que fuese un mueble perfecto. Era capaz de hacer todo eso y más, pero nada de ello hubiese sido posible sin la ayuda de su padre, su gran mentor.
Su padre jamás se dedicó a la carpintería ni quiso ser carpintero como su hijo, pero sí cuidaba caballos en el gran establo que tenían al lado de su casa. “Todo en esta vida es como los caballos. Si les dedicas tiempo, amor y dedicación lograrás que sean unos caballos excelentes.” Recordaba con mucho cariño esos momentos en los que veía a su padre luchar y sufrir para sacar a un caballo adelante y él mismo podía comprobar que cuando su padre era cariñoso con el caballo y le dedicaba tiempo, aunque a veces fuese demasiado, conseguía que el caballo obedeciese. Cuando este lo hacía, sacaba un terrón de azúcar de uno de sus bolsillos y se lo daba. No sabría decir quién disfrutaba más, si el caballo por el dulce bocado que estaba comiendo o su padre al estar lleno de satisfacción.
Su padre y él tuvieron muchas cosas en común aunque no se dedicasen a lo mismo. A ambos les costó que el resto de su familia aprobase su decisión y a pesar de no contar con ella, persiguieron sus sueños. Ambos tuvieron que perder cosas muy valiosas, amistades incluidas y aún así, todo ese esfuerzo mereció la pena. Costearse un establo fue bastante difícil para su padre, pues tuvo que trabajar en el campo durante varios años y eso debilitó bastante sus manos pero no paró hasta que reunió el dinero necesario para ampliar el terreno. Sus dedos ya no se movían como antes y no tenía tanta fuerza en las muñecas pero junto a la ayuda de su hijo, construyeron un hogar para los caballos, un gran establo donde según fuese pasando el tiempo, pudiesen disfrutar de una vida llena de comodidades. Ese fue uno de los momentos claves de su vida, cuando pudo demostrarle a su padre de lo que era capaz. Al principio le valió con hacer pequeños pero grandes sacrificios como vender sus altavoces para escuchar la música que tanto le gustaba. Según iba perfeccionando su técnica, necesitaba más y más materiales específicos así que tuvo que trabajar como camarero para poder costeárselo.
No le importaba llegar a casa a altas horas de la noche. Aunque ya no tuviese fuerzas casi ni para respirar, cogía sus herramientas, un mueble antiguo y le daba una nueva vida. Lo increíble es que no sólo los muebles recobraban vida, él se sentía como si le devolviesen un pequeño trocito de su corazón, como si con cada pieza que reparase, algo dentro de él también lo hiciese.

AQUÍ TIENES LOS LINKS AL RESTO DE PARTICIPANTES:
Ariadna por Lord Sanz
No me regales el cielo por Galaxi Gomel

Comentarios

  1. ¡Aaaaaaaa! ¡Qué bonito, por favor! Con que sencillez describes la alegría que sienten ambos cumpliendo sus sueños. Me has dibujado una sonrisa en la cara, que preciosidad de cuento.
    Un abrazo fuerte,
    Cometa.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias jo. Me encanta que hayas podido sonreír, no como me tienes acostumbrada con tus relatos :P
      Un abrazo,
      Tessa

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