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Convocatoria: «Muchas patas»

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  ¡Muy buenas! Hoy vengo a darte una grandísima noticia y es que Cometa y yo nos hemos juntado de nuevo para convocar una maravillosa antología benéfica. Esta vez, nos centraremos en el valor de los animales. Antes de contarte más sobre las bases y cómo participar, te dejo un poco de información sobre nosotras, las editoras. Así nos conocerás un poco mejor tanto a nosotras como el trabajo que hacemos con nuestras convocatorias y antologías benéficas. Como has podido comprobar, somos personas muy diferentes, pero que compartimos un objetivo en común: publicar historias bonitas. Aunque no somos una editorial profesional, siempre damos lo mejor de nosotras mismas para que las antologías benéficas lleguen hasta donde se merecen y recaudemos el máximo posible. Esto no es simplemente una publicación, se trata también de ayudar a los que lo necesitan. Sin más dilación, aquí te dejo las bases de esta convocatoria tan bonita  y un apartado de  preguntas frecuentes . Estamos deseando leer tu hi
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Una niña grande

Un día más se miró al espejo y vio reflejado lo mismo que todos los días. Una chica de casi treinta años, con el pelo teñido de un naranja color fantasía que deslumbraba a todo el mundo que alzaba la vista hacia ella. Tal vez por fuera pareciese mayor, pero su interior era todo lo contrario. Una niña atrapada en un cuerpo de adulta. Disfrutaba con cualquier detalle por pequeño que fuese. Un día, se fue a comer con su pareja en un restaurante y al ver que a los niños les daban globos con la comida, ella refunfuñó pues nadie le daría uno a ella. Tan grande fue su sorpresa cuando uno de los camareros le dio uno que no pudo contenerse y se le saltaron las lágrimas.  Por desgracia no todas las lagrimas eran de felicidad, también las hubo de tristeza cuando discutió por primera vez con su pareja, aunque el peor momento de su vida fue cuando por una razón que aún no entendía, su madre falleció. Ella lo pasó bastante mal y aún sigue sin superarlo, pero no puede venirse abajo puesto qu
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Dionisio

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Dionisio, como buen cultivador de vino, cuidaba de sus viñedos como si de sus propios hijos se tratase. Cada vez que una hoja caía de uno de ellos cuando no debía, Dionisio sentía una pequeña punzada de dolor en él. Toda esta devoción que sentía por ellos, hacía que no fuera capaz de probar ni siquiera un dulce trago de dicha exquisitez. Organizaba grandes fiestas con grandes banquetes, donde todos sus invitados podían disfrutar del gran manjar que cultivaba. El delicioso líquido rojizo se deslizaba por los gaznates de cada uno de sus invitados. Dionisio podía incluso sentirlo en sus propias carnes, y aunque él no probara ni una mísera gota, el éxtasis llegaba a alcanzarle. La mayoría de estos encuentros, se realizaban por la noche y se disfrutaban hasta el amanecer. Así, con la sensación de mareo corriendo aún por sus venas y sus cabezas, podían disfrutar de los maravillosos colores que les ofrecía el arrebol con cada amanecer. Los cielos se cubrían de un color rojo, alertando a
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