La plaza de San Marcos

Estaba sentada en la plaza de San Marcos, cuando al alzar la vista le vi. Pude ver esos ojos marrones, cristalinos y penetrantes que me hicieron tan feliz, pero a la vez desgraciada. Ya hemos pasado a otra vida. No conozco su nombre, su edad, sus pasatiempos favoritos ni dónde vive pero lo que sí sé es que en algún momento volveremos a hablar. 

Entonces, me miraste fijamente. Creía que me habías reconocido e iba levantar la mano para saludarte. Entonces, continuaste tu camino. Yo ya había perdido toda esperanza pero repentinamente, te giraste y te dirigiste hacia mí. 

—Oye, perdona que te interrumpa, pero tengo la sensación de que nos conocemos de antes, ¿me equivoco?— Dijiste con tu tenue voz tal y como la recordaba. 

Claro que me conoces, cada vida que pasamos nos volvemos a juntar. Estamos destinados a hacerlo, no podemos escapar. Vida tras vida nos prometemos amor eterno, hasta que la profecía se vuelve en nuestra contra. Entonces tú te das cuenta de que no soy lo que buscas y me partes el corazón en mil pedazos. 

Eso fue lo que quise decir al verte, pero no lo hice y simplemente contesté: 

—A primera vista no me lo parece, pero puede que nos hayamos visto antes por esta plaza. Siempre estoy aquí sentada, esperando a que pase algo. Supongo.

Comentarios

  1. Respuestas
    1. Hola Siul,
      En un principio la historia se queda ahí, pero no descarto seguirla en un futuro porque es una idea que me gusta mucho. ¡Gracias por tu comentario!
      Un abrazo,
      Teresa

      Eliminar
  2. Un concepto muy interesante. Deja muchas preguntas al lector y esto está realmente bien.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Javier, me alegra mucho que te haya gustado :)

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Una niña grande

Convocatoria: «Muchas patas»

Dionisio