El gran regalo

Ilustrado por Elena Siles

Sucedió en navidad como desde hacía ya varios años. Su padre empezó a ponerle capas y capas de ropa, como si de una cebolla se tratase. Cuando Mateo se puso delante de un espejo, no pudo reprimir una carcajada enorme pues parecía una bola roja de navidad. Para sus siete años aún era bastante bajito y tenía que crecer (o eso le decían) y con tanta ropa encima y ese abrigo tan grande, realmente parecía una pelota. Su padre aún no le había puesto el gorro y Mateo esperaba que no lo hiciera, porque al tener el pelo tan rizado y ponerle un gorro de tela, este le presionaba la cabeza y le dolía hasta pensar. 


Se estaban preparando para salir a la calle, que como todos los años en navidad, estaba cubierta por un gran manto de nieve. Su padre se puso las botas de montaña, el abrigo, la bufanda y el gorro. 

—¿Enviaste tu carta a los Reyes Magos? 

—Sí papá— dijo Mateo con los ojos tan brillantes que deslumbraban la cara de su padre. 

—Entonces, vamos. 

Todos los años, iban pronto por la mañana a dar un pequeño paseo y cuando volvían, los regalos aparecían por arte de magia bajo el árbol de navidad. Antes adornaban mucho más toda la casa, pero desde que su madre les faltaba, la adornaban lo justo. A Mateo no le gustaba que esto fuese así puesto que era su fiesta favorita y antes la disfrutaba mucho acompañado de sus padres. Ahora todo era diferente, notaba que su padre había perdido esa ilusión que antes tenía y no recibía tantos regalos pero aun así, Mateo disfrutaba cada minuto de estas fiestas llenas de luces y color. 

Notaba que su padre estaba nervioso, porque caminaba más rápido que de costumbre y estaba todo el rato mirando a Mateo, cosa que no hacía desde que aprendió bien a caminar. Este año el paseo había sido bastante corto porque antes de que fuese siquiera consciente de que estaban caminando, ya habían vuelto al porche. Su padre intentó abrir la puerta, pero le costó encontrar las llaves y encajarlas en la cerradura. Cuando lo hizo, fue corriendo al salón y Mateo le siguió sin pensárselo dos veces. 

Cuando al fin se puso al lado de su padre, vio que tenía algo pequeño envuelto entre las manos. Su padre se giró y le extendió los brazos. Mateo abrió las manos y cogió el objeto muy delicadamente porque no quería que se rompiera. Poco a poco comenzó a desenvolverlo y cuando ya quitó el papel por completo, las lágrimas comenzaron a recorrer su cara. Por fin los reyes me han traído lo que he pedido, pensó mientras abrazaba un marco que contenía una foto suya con su madre.

Comentarios

  1. ¡Noooooooooooo! Aiisss que lloro, por favor. Que bonito, que dulzura, que triste. Muy, muy buen micro, Tessa.
    Un abrazo, Cometa.

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    1. Muchísimas gracias jo, me gusta que te haya gustado aunque sea bastante triste :)
      Un abrazo

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