La Mar

Como todas las mañanas, recorro las calles desde bien temprano aunque hoy me he puesto en marcha un poco antes. El sol no ha salido del todo y el rocío aún sigue pegado en cada hoja que veo. He decidido ir a la playa y aunque si fuese al parque llegaría antes, prefiero probar suerte con la mar. Muchos me han comentado que tengo que tener miedo de ella pues tiene un hambre feroz que nunca se sacia, pero yo hago caso omiso a toda advertencia y voy a visitarla. Seguro que encuentro la forma de hacer que reflexione y deje de comer aunque también he oído que es bastante testaruda, persistente y con una fuerza que se asemeja a la de un elefante. Nunca he podido ver ninguno aunque sé a ciencia cierta que son unos animales muchísimo más grandes que yo y por lo tanto, más fuertes.

Todos dicen que ya no voy a crecer más, que he llegado a mi altura máxima aunque espero ser aún un poco más grande. No tengo un claro recuerdo de mis padres, pero mi amiga Eli me ha contado en varias ocasiones que mi padre era tan grande como ella (me saca dos cabezas) y mi madre era más o menos de mi mismo tamaño, así que todavía me queda alguna esperanza para ser más alto.

Recorro varios parques y calles y aunque mi instinto me diga que hay mucho que explorar, prefiero esperar hasta llegar a la playa y plantarle cara a la mar. Tras varias horas de camino, ya puedo oler un fuerte aroma a sal y decido correr como nunca lo he hecho hasta que llego a una especie de explanada. 

Por lo que puedo ver, está todo lleno de una especie de barro que no es tan líquido. Es de color marrón clarito y está formado por diminutos granos que rozan hasta mi cara. Camino a paso ligero por esa tierra hasta que un fuerte olor a gamba a la plancha hace que me detenga en seco. El estómago me ruge por no haber comido nada desde anoche pero decido ignorarle y seguir mi camino. Tras unos pocos minutos caminando me topo de frente con mi gran enemiga, la mar. Desde una distancia prudencial observo cómo intenta meterse en la tierra para comerse todo a su paso. Me acerco lentamente hacia ella y aprovecho un pequeño momento en el que decide retirarse para dar una gran zancada. Segundos después, me arrepentí de haber venido porque la mar se abalanza sobre mí y empieza a engullirme. Yo me resisto, muevo mis patas de forma intercalada y logro volver a la orilla. De nuevo, me coloco a una distancia prudencial para que no me engulla y comienzo a ladrar tan fuerte como me permiten las cuerdas vocales y los pulmones ¿Qué otra cosa puedo hacer si sólo soy un perro?

AQUÍ TIENES LOS LINKS AL RESTO DE PARTICIPANTES:
A quien madruga... por Escritos Cometa
Hotel Belliard por Harleking Tales

Micros en Twitter:
María Curtido Naranjo
YoCuento2
Isabel Aguilar
Nohe Abad
Ángela Romero

Comentarios

  1. ¡Me encanta!
    A pesar de que me sabía las palabras del reto, me ha sorprendido el final. Está muy, muy bien conseguido, de hecho pensaba al principio que se trataba de un niño pequeño. Casi lo mismo.
    Y con esto, dejo de llenarte el blog con comentarios, intentaré no ser tan despistada e ir más al día con tus escritos.
    Un saludo de nuevo,
    tu amiga Cometa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchísimas gracias!
      Sí, intenté mantener la idea de que fuese un niño para que el final fuese algo sorpresa. Me alegro mucho de que te haya gustado :D
      Un abrazo enorme,
      Tessa

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Una niña grande

Convocatoria: «Muchas patas»

Dionisio