Las tres palabras mágicas
No paraba de dar golpes una y otra vez. El
perder en algún juego de su consola le ponía muy nerviosa. Tanto, que había
veces que incluso llegaba a golpear los muebles. Aunque a simple vista no
pareciese que tuviese mucha fuerza para ser una chica de 15 años, llevaba
varios años yendo a clases de boxeo y había aprendido bien cómo golpear sin
herirse demasiado. Sabía que en el momento en el que alguna superficie de
madera rozase sus nudillos, esta se rompería en mil pedazos. Y así fue. Sin
darse cuenta, golpeó con fuerza una de las puertas de su casa y se resquebrajó
formando un agujero. Lo peor estaba por llegar porque cuando su madre se diese
cuenta del destrozo que había hecho, nadie podría pararla. Astrid estuvo casi
toda la tarde intentando arreglar el estropicio en la puerta y no consiguió
gran cosa. Hizo todo lo que estuvo en su mano, sin embargo, Karah se dio cuenta
al instante.
Esta vez, en vez de regañarla, entró
directamente en su cuarto sin mediar palabra. Astrid se quedó tan sorprendida
que no fue capaz ni de abrir la boca. Cual reflejo de su madre, ella también
fue a su habitación y se tumbó en su cama. Se aseguró de que su preciado
peluche con forma de elefante estuviera a su lado y lo abrazó con todas sus
fuerzas. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus marrones ojos y por mucho que
lo intentó, no fue capaz de detenerlas.
El peluche llevaba muchos años a su lado y
eso hacía mella en él. Los colores ya no resplandecían como antaño, el relleno
estaba mal repartido y aun así, le seguía queriendo como el primer día que les
juntaron. Nadie recuerda muy bien cuándo se lo regalaron ni por qué, sin
embargo, todos los que conocen bien a Astrid saben que su vínculo durará
eternamente, al igual que el amor por su padre. Él se lo regaló cuando Astrid
tenía muy pocos días de vida y desde entonces, le ha estado acompañando en
todos los momentos importantes de su vida.
Astrid estruja el peluche con todas sus
fuerzas hasta que unas simples palabras pronunciadas con la voz de su padre
salen de él: «Te
quiero, cariño.»
Un emotivo inicio del reto, con un tema muy importante: la gestión de las emociones de los niños y adolescentes. En esas etapas de nuestras vidas donde empezamos a darnos cuenta de que ciertas reacciones carecen de lógica y empezamos a madurar.
ResponderEliminarCreo que el momento donde su madre ve el agujero y decide irse a su habitación es un punto de partida para nuevas emociones y para empezar a madurar. Aunque es un proceso lento, es también un proceso muy importante.
Sí, he intentado destacar la importancia de apoyar a tu hijo o hija y aunque a veces haya que regañarles, hacerlo de una forma razonable e intentar ser comprensivos.
EliminarComo dices, cuando la madre deja de reaccionar, quise representar un pequeño cambio que a la larga será enorme :D