Rumbo desconocido

Por muchas veces que me pida perdón, jamás la perdonaré. Esta vez no. Todo el dolor que me ha provocado lo estoy padeciendo yo y no es justo. Al fin he logrado abrir los ojos y ver la realidad. Lo que supuestamente hacía por mi bien, en verdad enmascaraba su propio beneficio. Por mucho que me cueste, he decidido poner fin a esta relación que tanto me ha consumido. No ha sido nada fácil para mí puesto que dependía mucho de ella, pero al fin he logrado dar el paso. Supongo que no le costará acostumbrarse a su nueva situación, porque será exactamente igual que cuando estábamos juntas. En cambio para mí, tengo que reconocer que seguramente sea un sufrimiento.

No podría haber hecho esto sin el apoyo de mis grandes amigos, que han estado a mi lado en todo momento. Han conseguido abrirme los ojos y nunca se lo podré agradecer como es debido. Por otro lado, mis padres no es que hayan estado a mi lado. Aunque no terminan de comprender que también me guste alguien de mi mismo sexo, me respetan y la verdad es que me doy con un canto en los dientes. Por suerte para todos, mañana me voy de viaje y no volveré hasta dentro de varias semanas. He decidido alquilar una caravana y hacer un pequeño tour por el norte de España. Me he centrado en las comunidades que más me gustaban de pequeña: Asturias y Galicia. A partir de ahí, ni yo misma sé a dónde iré.

Dedico la noche a preparar tanto la mochila como la caravana. Todo tiene que estar perfecto para poder avanzar todo lo que quiero. Es un largo camino que tardaré varios días en recorrer y por un lado tengo miedo porque es la primera vez que hago un viaje sola. Por otro, siento que la emoción sale por cada uno de mis poros. Me gusta mucho viajar y creo que esto es lo mejor que podría haber hecho ahora mismo. Podré despejarme y sentirme libre, aunque sea algo pasajero.

Nada más salir el sol, me despido de mis padres, meto todas las cosas en la caravana y pongo rumbo a mi destino. Muchos pensamientos inundan mi mente e intento disiparlos todos excepto el de la emoción. Siento que voy a vivir cosas que jamás me han ocurrido antes y tengo muchas ganas de ver cómo me desenvuelvo yo sola.

Al principio, no se me hace difícil conducir durante tanto tiempo sin más compañía que la que me ofrece la radio y me acostumbro rápidamente. Tardo poco más de dos horas en llegar a las afueras de Galicia y lo noto porque no deja de llover. Bajo las ventanillas para disfrutar del petricor y minutos después, decido que es el momento ideal para hacer un descanso.

Paro en un pequeño bar de autoestopista y salgo de la caravana para estirar las piernas. Entro en el local para pedirme un bocadillo y un chico que está sentado a mi lado me saluda. Yo le saludo de vuelta y aunque no tenga muchas ganas de hablar, me cuenta que es repartidor y que trabaja por la zona, aunque vive en un pequeño pueblo cerca de Finisterre. Hablamos durante varios minutos sobre lo bonitas que son sus tierras y me recomienda la casa rural de su madre para pasar la noche. El chico se va con una sonrisa en la cara mayor o igual que la que se me ha quedado a mí, aparte de la cara de embobada. El camarero me sonríe cómplice de lo que acaba de pasar y nos deseamos un buen día.

Tengo que reconocer que el corazón me ha vuelto a latir de nuevo. Obviamente es demasiado pronto para sacar conclusiones aunque, me ha devuelto un poco la ilusión. Una vez en la caravana, pongo música a todo trapo y me dirijo hasta Finisterre. Aunque tardaré poco más de una hora en llegar, siento que necesito descansar un poco y sobretodo, cenar bien. Los paisajes son maravillosos, verde y montaña por doquier. No es un verde cualquiera, tiene un brillo que sólo se consigue en zonas con mucha lluvia y es alucinante. No recordaba que fuera tan bonito.

Me cuesta un poco encontrar la casa rural que me dijo Artai porque está apartada de las carreteras principales, pero al llegar sé que no me arrepentiré. Es un lugar encantador, rodeado por montañas y árboles floridos. Al entrar, le comento a la recepcionista que vengo de parte de Artai. La mujer sale corriendo de detrás del mostrador y me da un abrazo.

—Mi fillo dijo que vendrías. Estrella, espero que te guste nuestro hogariño.

La mujer me hace un pequeño recorrido por su acogedora casa. Es pequeña, sin embargo, rezuma amor por todas partes. Me enseña la que será mi futura habitación y me asombran muchísimo las vistas. Puedo llegar a ver el océano desde la ventana que da al dormitorio. Dejo la mochila en la cama doble y vuelvo a la entrada. Ambas nos quedamos ahí charlando un poco hasta que el sol comienza a caer, y entonces, llega Artai.

Su madre le recibe con un buen abrazo y yo le saludo levantando la mano. Se alegra mucho de verme, tanto que no puede contenerse y me abraza. Su madre prepara una buena cena de pulpo a la gallega y disfruto como si fuera una niña pequeña. Durante la cena, ambos me comentan lugares maravillosos a los que podría ir, como por ejemplo a ver lobos en estado salvaje. Los ojos se me abren cuando oigo esa palabra. Es mi animal favorito y me emociona mucho la idea de poder verlo. Artai y yo acordamos que iremos juntos por la tarde, porque él tiene que trabajar por la mañana.

Entro en la habitación tan feliz como una perdiz, esperando que la noche pase rápido y que el día no tarde en llegar. Esta aventura no ha hecho nada más que empezar y siento que va a merecer mucho la pena.

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