El Dios del mar

Esta es la cuarta parte de un relato. Si quieres leer la tercera parte aquí la tienes Liberando el nuevo mundo


No me agrada mucho la sensación de llevar a alguien en mi lomo, pero al ser Maya es una sensación diferente, me siento cómo con ella aun incluso en la situación en la que estamos. Ella no me dirige ni me da órdenes, porque confía en que sé lo que tengo que hacer y efectivamente es así, caliento un poco la garganta y empiezo a notar cómo el calor recorre mi cuello. El fuego sale despedido de mi boca y aunque yo sea pequeño, mi llamarada es mucho mayor.



Vuelo por todo el lugar quemando lo que encuentro a mi paso. Tengo que reconocer que al principio sí que me detengo en mirar cómo arden las hadas, puesto que es algo espectacular y lleno de brillo pero después me centro en lo que tengo que conseguir. Quemo a casi todas las hadas y al final nos acercamos al jefe. Me detengo frente a él, dejo que Maya se baje de mi lomo y continúo volando. No pienso alejar mi vista de ellos, no quiero que le pase nada malo.

Los minutos parecen interminables hasta que Maya me ordena que me detenga y sólo entonces la hago caso. Dejo de escupir fuego por la boca y me detengo a su lado. No sé a qué tipo de acuerdo a llegado con ellos y tampoco me lo cuenta cuando vuelve a subirse a mi lomo pero de lo que estoy seguro es de que les ha perdonado la vida porque sin más miramientos, salimos de ahí y volvemos a su pequeña casa. Intento sacarle tema de conversación durante todo el camino pero Maya no me contesta.

—Ahora soy yo el que necesita tu ayuda, Maya. Sé que es un gran favor pero yo también te he ayudado sin protestar y creo que me lo debes.

Sin mediar palabra, Maya coge una mochila casi más grande que ella y empieza a meter cosas dentro. Se va a una habitación y sale de ella a los pocos minutos con un montón de ropa. Ella también se ha cambiado y ahora lleva unos pantalones largos verdes y marrones, una camiseta negra con una chaqueta a juego y un pañuelo azul en la cabeza. Se acerca a una estantería y escoge varios libros, unos más grandes que otros pero todos con un colorido que jamás había visto antes y los mete todos en la mochila. Por último, se dirige a la cocina y sale con una bolsa de tela que parece muy pesada. Entonces, de repente un objeto con forma redonda comienza a recorrer el suelo. Me aparto de golpe puesto que no sé lo que es.

—Es una uva y se come, no es veneno. Ya estoy lista, vámonos.

—Un momento, ¿cómo has sabido que tenías que venir conmigo?

—Tengo que confesarte algo, no soy una persona normal. Tengo ciertos poderes mágicos con los que puedo percibir cosas. Seguro que estando conmigo, has notado alguna vez que lo que estabas haciendo era lo correcto y eso es porque estamos conectados.

Arrugo mi nariz y las cejas porque no comprendo nada de lo que me está diciendo pero sí que tiene razón. Cuando la conocí por primera vez, sentí que algo me empujaba a ella, algo que me decía que me podía fiar.

—Como te dije, mis padres siempre me han contado leyendas sobre dragones y según sus creencias, estamos predestinados a unirnos con vosotros. Supuestamente en algún momento de nuestras vidas nos encontramos con un dragón que se parece a nosotros y entonces permanecemos unidos hasta que llegue el fin de nuestros días. Estas leyendas se propagaron a oídos de un hada, el jefe, que decidió casi exterminarnos para poder hacerse con todo este mundo pues sabía que su única debilidad es el fuego y vosotros sois expertos en eso. Yo he sido una de las pocas personas que logró sobrevivir pero no sé exactamente dónde vive el resto. Cuando me dijiste lo de tu prueba lo tuve claro, tenía que derrotar contigo a las hadas y volver a juntar a los de mi especie con los de la tuya.

—Pero nadie ha conseguido llegar hasta aquí, no sé si los miembros del clan de mi padre querrán unirse con vosotros. Todo esto me viene demasiado grande.

—Lo sé pero no lo sabremos si no lo intentamos. Tú estabas decidido a venir hasta aquí porque algo te empujó a hacerlo y que yo sepa, tienes un motivo para volver.

Y tiene razón, quiero hacer honor a mi nombre y que todos sepan que soy el gran Dios dragón del mar. Soy Ryûjin.

AQUÍ TIENES LOS LINKS AL RESTO DE PARTICIPANTES:
Cual ave fénix  por Pablo Santiago Martínez
Uvas frescas  por Galaxi Gomel

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Una niña grande

Convocatoria: «Muchas patas»

Dionisio